Lo quiero todo de ti, cada día lo tengo más claro. Quiero tu sonrisa y tu mal genio, quiero tu arrogancia y seriedad como se combina con tu niño, ese que juega, que se cabrea, que lo hace todo perfecto a veces y otras no, te quiero con todo, con todas las que se cuelan por ti, porqué dime tú cómo no han de hacerlo. Te quiero con todo, así sin mejoras, sin añadirte, sin quitarte. Lo quiero todo de ti, porque para mi es totalmente perfecto, te quiero porque la conexión no se puede inventar, crear o improvisar, existe o no. Te quiero bien, te quiero feliz, te quiero siendo. Si mis manos alguna vez te han de dañar me limitaré a no tocarte porque me niego a romperte.
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Te quiero entero, completo. Te quiero tú. Te quiero libre, viviendo tus sueños, haciendo tu vida. Estoy segura que no puede existir un amor más sublime y más divino que éste, cuando comprendes que la flor es hermosa y que aunque la quieras para ti, le quitarías su belleza si la cortas, entonces, prefieres solo admirar todo de ella, verla crecer, brillar y exponiendo su encanto a todo lo que le rodea.

“Yo solo quiero cantarte cerquita, escribirte bonito, darte lo bueno, inspirarme en ti”.
¿Tú, gustarme? Gustarme se queda corto ante tanto, ante todo. Yo solo quiero cantarte cerquita, escribirte bonito, darte lo bueno, inspirarme en ti. Mirarte, porque al hacerlo ya no hay nada que pueda compararse, que supere ese momento, esa sensación. Te miro y te tengo, te guardo, es ahí cuando descubro que no te necesito para nada pero que te quiero para todo y que ni aunque te vayas he de perderte. Te tendré siempre, aquí pegadito a mí porque así te quiero, porque aquí te quiero y nada, ni siquiera tú puedes impedir que yo te tenga. Porque tenerte es llevarte en mi mente y en mi alma. Tenerte es saberte, intuirte, respirarte y sonreír.
Esme,